I haven’t seen this kind of fire for Jesus in a long time. In Salt Lake City, from May 30 to June 1, I witnessed something remarkable. A group of Rwandese young adults have created what many churches are still praying for: a spiritual community that’s alive, consistent, and mission driven. They call it Journey to Glory.




This group, made up of young adults ages 18 to 30 from across the United States, started meeting online just a few years ago. Twice a week, they gather on Zoom to study the Bible. At the end of each month, they serve the homeless in their local cities. And once a year, they meet in person to reconnect, meet newcomers, and, most importantly, worship together.
What impressed me most was their intentionality. They’re not just participants; they’re leaders. They’ve formed a board. They assign roles. They plan and execute their retreats with purpose. No one is a spectator. Some prepare food. Others handle logistics. A few coordinate community outreach. Others book speakers and manage the weekend flow.
It’s simple. They are a church—a movement focused on growing in Christ together while finding ways to make an impact in their community.
One of the young leaders, Robin, flew in from Tennessee. He turned 26 in July, and his passion is impossible to ignore.
“We started this group to grow in Christ together,” he shared. “We don’t want to just talk about faith; we want to live it.”
Robin attended the first retreat just two months after arriving in the United States. That experience stayed with him. So when the second one came around, he made up his mind to attend, even if it meant risking his job.
“This year, I asked for Friday and Monday off,” he said. “They didn’t approve it. But if my job doesn’t value my spiritual life, that’s a problem. I’m not a money lover. If Jesus left heaven—heaven!—to be nailed to a cross for me, then I can give Him a weekend.”
Robin served as a worship leader throughout the retreat and believes his talents are gifts from God to be used for ministry.
“God wants the best of me. My energy. My voice. My time. My resources,” he said. “There are people who want to dance but don’t have legs. People who want to sing but are on oxygen. I still have all of that, so I use it for Him.”
He doesn’t see worship as performance. For him, it’s a form of prayer and intercession.
“When I sing, I’m preaching. When I dance, I’m praying. I’m thanking God for my salvation, and I’m praying for others to experience it too.”
Journey to Glory is more than a Bible study. It’s a spiritual movement led by young people who aren’t waiting to be given a platform; they’re building one. And they’re doing it with humility, vision, and an unshakable passion for Jesus.
I pray that every church community can be inspired by what I saw that weekend. When young people are given space, responsibility, and the freedom to lead, this is what it can look like.
____________________
By Neat Randriamialison
Viaje a la gloria: cómo un grupo de jóvenes adultos ruandeses vive su fe
No he visto ese tipo de pasión por Jesús en mucho tiempo. En Salt Lake City, del 30 de mayo al 1 de junio, presencié algo extraordinario. Un grupo de jóvenes adultos ruandeses ha creado por lo que muchas iglesias todavía están orando: una comunidad espiritual viva, coherente e impulsada por la misión. Lo llaman Viaje a la Gloria.




Ese grupo, compuesto por adultos jóvenes de 18 a 30 años de todo Estados Unidos, comenzó a reunirse en línea hace unos años. Dos veces por semana, se reúnen por Zoom para estudiar la Biblia. Al final de cada mes, atienden a las personas sin hogar en sus ciudades. Y una vez al año, se reúnen en persona para reconectarse, conocer a los recién llegados y, lo más importante, adorar juntos.
Lo que más me impresionó fue su intencionalidad. No son solo participantes; son líderes. Han formado una junta. Asignan roles. Planean y ejecutan sus retiros con un propósito. Nadie es un espectador. Algunos preparan la comida. Otros se encargan de la logística. Unos pocos coordinan el alcance comunitario. Otros reservan oradores y gestionan el flujo del fin de semana.
Es muy sencillo. Son una iglesia, un movimiento enfocado en crecer juntos en Cristo mientras encuentran formas de tener un impacto en su comunidad.
Uno de los jóvenes líderes, Robin, voló desde Tennessee. Cumplió 26 años en julio y su pasión es imposible de ignorar.
«Comenzamos este grupo para crecer juntos en Cristo», compartió. «No queremos hablar solo de fe; queremos vivirla».
Robin asistió al primer retiro solo dos meses después de llegar a los Estados Unidos. Esa experiencia se le quedó grabada. Así que cuando fue tiempo del segundo retiro, tomó la decisión de asistir, incluso si eso significaba arriesgar su trabajo.
«Este año, pedí viernes y lunes libres», dijo. «No lo aprobaron. Pero si mi trabajo no valora mi vida espiritual, eso es un problema. No soy un amante del dinero. Si Jesús dejó el cielo, ¡el cielo!, para ser clavado en una cruz por mí, entonces puedo darle un fin de semana».
Robin sirvió como líder de adoración durante todo el retiro y cree que sus talentos son dones de Dios para ser utilizados en el ministerio.
«Dios quiere lo mejor de mí. Mi energía. Mi voz. Mi tiempo. Mis recursos», dijo. «Hay gente que quiere bailar pero no tiene piernas. Gente que quiere cantar pero está con oxígeno. Todavía tengo todo eso, así que lo uso para él».
No ve la adoración como una actuación. Para él, es una forma de oración e intercesión.
«Cuando canto, estoy predicando. Cuando bailo, estoy orando. Le doy gracias a Dios por mi salvación y oro para que otros también la experimenten».
Viaje a la Gloria es más que un estudio bíblico. Es un movimiento espiritual liderado por jóvenes que no están esperando a que se les dé una plataforma; están construyendo una. Y lo están haciendo con humildad, visión y una pasión inquebrantable por Jesús.
Oro para que cada iglesia pueda inspirarse en lo que vi ese fin de semana. Cuando a los jóvenes se les da espacio, responsabilidad y la libertad de liderar, eso es lo como se puede ver.
____________________
Por Neat Randriamialison