Student Michelle Siboro Finds Faith, God Connection, in Campus Spiritual Life

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She was raised a Seventh-day Adventist and followed the denomination’s faith traditions. But her heart wasn’t in it.

Michelle Siboro, a La Sierra University senior clinical health studies and pre-occupational therapy major, recently described her journey from a place of disconnection from God, despite her baptism as a teen, to a place of thriving in relationship with Christ. 

Siboro’s journey began when she became involved in campus spiritual life activities last year and discovered new ways of worshipping and communicating with a God who spoke to her heart. Her experiences inspired interest in re-baptism, which she plans to do the year she graduates.

La Sierra University student Michelle Siboro shares her testimony during a campus Unity worship in April.
La Sierra University student Michelle Siboro shares her testimony during a campus Unity worship in April.

During a student association Unity worship in spring quarter, she shared a moving and unfiltered testimony of her experience—her first public speaking moment. 

Siboro was raised in Ontario, California, in a devout Adventist home. She participated in Pathfinders, attended the Indonesian-American church in Azusa every Saturday with her parents and two siblings, and sang in the choir. But there was an emptiness. 

“I didn’t really know that I could turn to God,” she said. “He was literally here the entire time, and He's been reaching out for me, but I never made the move to take it a step further.” 

“I think my relationship with God definitely started when I came here to La Sierra,” she said. 

Siboro attended Alta Loma High School in Rancho Cucamonga, where she often felt like the “odd one out,” she said. Friday night events and parties were off limits, and her Saturday church attendance was unusual among her peers. 

Her introduction to La Sierra’s spiritual activities occurred during morning worships for freshman orientation when she first enrolled—the service involved a praise team and band. “I was just like, ‘Wow, I've never had worship like this.’ I grew up in a conservative church,” she said. 

“The one that really stuck with me was the Friday night vespers. That was the first time I ever cried during a worship, and it was genuinely like a cry out to God. That's definitely where it started.” 

During her sophomore year she experienced a pivotal moment—at her request she received a Bible from her parents, a Bible just for her that was not handed down from someone else in the family. “I was so happy, I was just reading it and reading it,” she said. 

Along with her Bible reading, Siboro increased her involvement in La Sierra’s spiritual activities and in young adult ministries at the Loma Linda Indonesian church, which she began attending in 2020. 

“Slowly but surely, I was getting closer to God in the way that was perfect for me,” she said. “And now, I always go to God, not perfectly, but always intentionally.” 

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By Darla Martin Tucker

 

 

Michelle Siboro encuentra fe, conexión con Dios, en la vida espiritual del campus

Fue criada como Adventista del Séptimo Día y siguió las tradiciones de fe de la denominación. Pero su corazón no estaba en ello.

Michelle Siboro, estudiante de último año de estudios clínicos de salud y terapia preocupacional de La Sierra University, describió recientemente su viaje desde un lugar de desconexión de Dios, a pesar de su bautismo cuando era adolescente, a un lugar de prosperidad en su relación con Cristo. 

El viaje de Siboro comenzó cuando se involucró en las actividades de la vida espiritual del campus el año pasado y descubrió nuevas formas de adorar y comunicarse con un Dios que le hablaban al corazón. Sus experiencias inspiraron su interés en el rebautismo, el cual planea hacer el año en que se gradúe.

La estudiante de La Sierra University, Michelle Siboro, comparte su testimonio durante un culto de Unity en el campus en abril.
La estudiante de La Sierra University, Michelle Siboro, comparte su testimonio durante un culto de Unity en el campus en abril.

Durante un culto de la asociación estudiantil Unity en el trimestre de primavera, compartió un testimonio conmovedor y sin filtros de su experiencia, en su primera ocasión para hablar en público. 

Siboro se crió en Ontario, California, en un devoto hogar adventista. Participó en Pathfinders, asistía a la iglesia indonesio-estadounidense en Azusa todos los sábados con sus padres y dos hermanos, y cantaba en el coro. Pero había un vacío. 

«Realmente no sabía que podía volverme a Dios», dijo. «Él estuvo literalmente aquí todo el tiempo, y me ha estado tendiendo la mano para ayudarme, pero nunca hice nada para dar un paso más allá». 

«Creo que mi relación con Dios definitivamente comenzó cuando llegué aquí a La Sierra», dijo. 

Siboro asistió a la escuela secundaria Alta Loma en Rancho Cucamonga, donde a menudo se sentía como la «rara», dijo. Los eventos y fiestas de los viernes por la noche estaban prohibidos, y su asistencia a la iglesia los sábados era inusual entre sus compañeros. 

Su introducción a las actividades espirituales de La Sierra ocurrió durante los cultos matutinos para la orientación de los estudiantes de primer año cuando se inscribió por primera vez: el servicio involucraba a un equipo de alabanza y una banda. «Yo estaba como, “Waw, nunca había tenido una adoración como esta”. Crecí en una iglesia muy conservadora», dijo. 

«La que realmente se me quedó grabado fue el culto vespertino de los viernes por la noche. Esa fue la primera vez que lloré durante un culto, y fue genuinamente como un clamor a Dios. Ahí es definitivamente donde comenzó». 

Durante su segundo año, experimentó un momento crucial: a petición suya, recibió una Biblia de sus padres, una Biblia solo para ella que no fue heredada de otra persona de la familia. «Estaba tan feliz, solo la leía y la leía», dijo. 

Junto con su lectura de la Biblia, Siboro aumentó su participación en las actividades espirituales de La Sierra y en los ministerios de jóvenes adultos en la iglesia indonesia de Loma Linda, a la que comenzó a asistir en 2020. 

«Poco a poco, me estaba acercando a Dios de una manera que era perfecta para mí», dijo. «Y ahora, siempre voy a Dios, no perfectamente, pero siempre intencionalmente». 

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Por Darla Martin Tucker